domingo, 20 de noviembre de 2016

Julio Báez, ex combatiente, volvió a Malvinas

El ex combatiente de la guerra de Malvinas, Julio Báez, pudo regresar a las islas. Fue a principios de octubre, gracias a un viaje que organizó el gremio bancario. El vecino contó cómo fue la experiencia y las sensaciones que vivió al volver a pisar aquel suelo austral.

“Hace mucho tiempo que quería volver -comentó Báez, que es empleado del Banco de la Provincia de Buenos Aires-. Por ahí se postergaba por problemas de salud o por problemas económicos porque el viaje tiene un costo importante. Se dio la posibilidad porque el gremio bancario hacía un viaje con un contingente de ex combatientes afiliados”.


Báez formó parte en 1982 del Grupo de Artillería 101 de Junín.

-¿Cómo fue la experiencia de volver a las islas Malvinas?
-La llegada a Malvinas, tocar el suelo después de 34 años, fue dura, muy dura. Llorar, un montón. Para colmo, la bienvenida que dan los kelpers, los ingleses, es bastante agresiva, bastante hostil, muy dura. Te tratan muy fríamente. Creo que debió ser en especial con nosotros porque integramos un grupo de ex combatientes. En el avión iban más de 200 personas. Conocí  a un par de matrimonios de Argentina, de un pueblo que se llama Urdapilleta, y no les pasó lo mismo. Con nosotros fue distinto el trato. Eso pega, treméndamente. Recuerdo que llegamos un sábado a las 3 de la tarde; fuimos hasta Puerto Argentino, que es Puerto Stanley para ellos. Nos ubicamos en el hotel, cómodamente y bien tratados. Se llamaba Malvinas House. A las 19.00, antes de la cena, fue el comisario de Malvinas a darnos algo así como la bienvenida, sólo a nosotros. Nos leyó un reglamento de lo que podíamos hacer. Eso ya es como una primera cachetada: dónde podíamos ir, dónde podíamos entrar, que tuviéramos cuidado si íbamos al bar y no protagonizar disturbios, que no escribiéramos alguna pared. A uno que es la primera vez que va, que ya está bastante grande, eso te choca demasiado. Quería volverme y todavía no había recorrido Malvinas. Pero es así la ley. Es cómo está hoy para nosotros para ir a Malvinas.

-¿Estuvieron recorriendo la isla?
-Este viaje estaba organizado como turístico. Había dos combis a disposición de nosotros para llevarnos todos los días a un lugar distinto que eligiéramos nosotros. Fuimos al cementerio de Darwin, a la Bahía San Carlos, Monte Kent, Monte Dos Hermanas, Monte Longdon. Son lugares donde se libraron batallas terribles. Monte Super Hill, que fue mi posición con el grupo de artillería, está cerca de la ciudad, así que fui dos veces. Después fuimos al viejo aeropuerto. Las excursiones no eran obligatorias. Si queríamos nos quedábamos en el hotel y caminábamos por la ciudad pero no hay mucho para hacer.

-¿Luego de la llegada se aclimató?
-En el segundo, fue la primera excursión por la ciudad y los alrededores, en el micro y con una señora mayor de guía, chilena. Nuestros hermanitos chilenos nos siguen teniendo un rencor bárbaro. Fue muy duro el trato. En todo momento nos remarcó que nosotros los habíamos invadido a ellos, que nosotros éramos los enemigos. Yo les decía a los muchachos que si había un avión al otro día, me volvía. Nos llevó a recorrer los campos minados y nos decía que en el año 82 los argentinos lo minaron y no lo podían utilizar. Entre la ciudad y la casa del gobernador hay un monumento que recuerda a sus muertos y también está la calle Margaret Thatcher y nos contaba que recordaba la liberación de las islas de la invasión argentina. Eso también duele en el fondo del alma. Nos estaba echando. Nos estaba pidiendo que nos vayamos. Después hubo otros viajes distintos, pero hasta el segundo día fue muy bravo estar allá.

-¿Como colimba usted no pudo recorrer la isla durante la guerra?
-No. En el año 82 yo conocí un poco la ciudad, donde estuvimos un día. Después nos ubicamos en el Monte Super Hill, donde se puso el cañón en posición y de ahí no nos movimos más hasta dos días antes de caer heridos, que volvimos en barco al continente. Ahora conocí lugares y vi la dimensión que tiene Malvinas. No es un pedacito de tierra. Tiene la superficie de 6 partidos de Chacabuco. Es un tramo largo para andar. Es un buen pedazo de tierra que es nuestro y es grande. 

-¿Cómo fue volver al lugar de batalla?
-No fue traumático para mí. Todos los muchachos que fueron a su posición quisieron ir con otro, acompañados. En mi caso, cuando volvíamos del cementerio de Darwin a eso de las 14.00, y le pedí al chofer que parara donde yo sabía que había estado mi posición. Les dije a los otros que yo me quedaba ahí y los veía a la noche. Quise quedarme sólo. Si tenía que llorar o reír, quería estar solo. No lo quería compartir con otro. El lugar está muy modificado. Antes era un camino perdido y hoy es una ruta que comunica la ciudad con el aeropuerto. Tiene mucho tránsito. El pozo donde estaba el cañón ya no está. Nuestra trinchera tampoco está más. Pero en ese lugar, saqué la bandera argentina que llevaba escondida, la posé en varios lugares y saqué varias fotos. Lloré hasta que se me acabaron las lágrimas. Me acordé de mis compañeros, pero también me acordé de mi familia, de mis hijos, de mi señora, y de la suerte que tuve de volver y conocer a tanta gente y pasar tantos lindos momentos. A los malos momentos uno trata de olvidarlos, a veces no se puede, pero jugando con los pensamientos, con las cosas buenas se trata de tapar lo malo. Fue muy bueno mi regreso a mi posición. Busqué algún resto de aquellos tiempos pero no encontré nada. Otros encontraron y me dieron algo. Fue muy emotivo el regreso.

-¿Puede hacer un balance del viaje?
-No se si ya puedo hacer un balance. A veces en familia lo hablamos. Algunos veteranos de guerra quieren volver para cerrar un ciclo. Estoy de acuerdo. Todavía no tuve tiempo para ver si se cerró la herida del 82. Calculo que sí. Mi sueño era volver, caminar en mi lugar, ir al cementerio. Es tremendamente impresionante ir al cementerio donde están nuestros compañeros muertos. Uno siente que un pedacito de uno está ahí y que uno podría haber quedado ahí. Yo me siento bien. Creo que me hizo bien haber vuelto a Malvinas y a mi lugar, pero todavía está calentito el viaje.

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