"Le pude decir a la mamá del chico que estaba bien, que estaba respirando”, comentó Pablo Graziadey, luego de recordar el momento en el que junto a la enfermera Claudia Lenciza lograron reanimar a un joven de 12 años que había sufrido un ataque de epilepsia y un paro cardíaco en la pileta del CEF Nº20. Fue el jueves por la tarde, minutos antes de la tormenta. Graziadey es uno de los guardavidas del natatorio.
- ¿Cómo fue la situación?
- Fue algo insólito porque la gente está acostumbrada a pensar que en las piletas nunca pasa nada, pero siempre algo pasa. Con mi compañera, Lucía, estamos todo el día haciendo prevención, por distintas cuestiones. Porque corren, porque se caen, porque alguno tragó un poco de agua y queda aleteando en medio de la pileta. Uno se tira a la pileta, lo ayuda y lo saca. Pero lo que pasó el otro día fue un caso muy especial, porque el chico tuvo una convulsión. Se sumergió. A mí me pegaron el grito y fui volando. No se como hice. Pegué dos saltos y estaba en el agua. Ya un chico lo había hecho emerger y yo lo remolqué hasta la orilla de la pileta. Mientras tanto iba llamando a la enfermera. Con la gente, lo subimos a la vereda de la pileta. El chico ya estaba con un paro cardíaco, muy cianótico, no respiraba, no tenía pulso.
- ¿A eso lo controló mientras lo remolcaba?
- Uno ya se va dando cuenta. El color de la piel cambia. Ya estaba azulado. Por eso le grité a la enfermera que me ayudara. Ella también se incorporó a toda velocidad. Son esos momentos en los que uno no se da cuenta cómo es que reaccionó tan rápido. Empezamos a hacer RCP, junto a la escalera. Fue hasta que llegó la ambulancia, que habrá tardado 5 o 6 minutos. Yo en ese momento no me di cuenta del tiempo que pasó. Hicimos cerca de un ciclo y medio de reanimación. La enfermera empezó con las compresiones y yo insuflaba aire, y controlaba la dilatación de las pupilas para saber si estaba con daño cerebral por falta de oxígeno. Con la maniobra de reanimación logramos revertir la situación. Entonces el chico empezó a tomar color. De un azul cianótico pasó a tener un color de piel normal. Empezó a jadear y a toser. Pestañaba. Me agarró de la mano y me di cuenta que estaba bien. Le pude decir a la mamá que ya estaba bien, que estaba respirando. Quedó muy débil. Justo llegó la ambulancia. Del CEF salió vivo. Lo llevaron al Hospital y lo estabilizaron. Yo fui a verlo a la tarde y ya estaba bien. Luego le dieron el alta. Pero de la pileta lo sacamos con un pronóstico muy grave.
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- ¿Este chico tenía diagnosticado epilepsia?
- Sí.
- ¿Ustedes conocen a los niños que tienen ese tipo de condición?
- Los padres cuando vienen tienen la obligación de informarnos a nosotros. No somos adivinos. En enero tuvimos más de 150 personas en la pileta por día, con pico de 200. Generalmente nos avisan que los hijos tienen un problema: si es hipertenso, cardíaco. Entonces, uno ya los va mirando con otros ojos. Es para estar en alerta. Tampoco podemos saber qué tiene cada uno.
- ¿Vale estar preparado para la situación?
- Sí. En el momento en el que ocurrió esto, yo estaba mirando la tormenta que estaba viniendo, a punto de desalojar la pileta; estaba mirando que en la parte honda de la pileta había un montón de chicos alborotados; y cuando me di vuelta, me empezaron a llamar por lo del chico. Fue un momento en el que no me lo esperaba. Había 30 o 40 personas en la pileta. Fue en la parte que tiene 1,40 metros de profundidad. Casi la mitad de la pileta. Pero siempre estamos atentos. Más allá de que hemos tenido discusiones con gente que nos dice que estamos todo el día de gusto tomando sol, hay mucha tensión. Hay mucha gente y es mucha la responsabilidad. En un segundo te cambia la vida para siempre. Lo importante es que a la familia se le devolvió la sonrisa. El nene hoy está con su papá y su mamá. Eso es lo más importante. Todo fue muy emotivo. La gente colaboró. Colaboró la chica que está en la cantina, Luciana (Muñoz), que es socorrista de la Cruz Roja. Se mantuvo el espacio seguro, para que no se interfiera. También estuvo la contención. A mí me contuvieron mucho porque quedé en shock.
- ¿Es una situación muy dura de afrontar?
- Es muy fuerte. Era un chico de 12 años que se estaba muriendo. Recuerdo que mientras Claudia le hacía las compresiones, yo le hablaba y le decía 'negro, vení, no te vayas, quedate acá'. Lo agarré y lo abracé. Fue todo muy emotivo. Es la primera vez que me pasa con un chico. No es lo mismo que una persona adulta. No se por qué no es lo mismo, pero no lo es.
- ¿Nunca había tenido que asistir a una persona con paro cardíaco?
- En estas circunstancias, no. Cuando estudié enfermería, estaba haciendo una pasantía, pasó algo en una guardia que tuve que hacer algo con una persona mayor. Fue intrahospitalario. Fue distinto que acá, que fue una emergencia extrahospitalaria. Uno tiene que estar preparado para cubrir ese lapso de tiempo entre el momento en el que ocurre la situación y la llegada de la ambulancia. Eso es lo crucial. Si uno no actuaba rápido, o yo no estaba, el chico no se si sobrevivía.
- ¿Se destaca la importancia de conocer la RCP?
- Todos los guardavidas, cuando hacemos la carrera profesional, tenemos materias correspondientes a emergencias. Uno sale preparado para actuar ante cualquier tipo de emergencia acuática y si alguien se lastima, brindar los primeros auxilios, y si entra en paro, darse cuenta en qué parte del ahogamiento está.
- ¿Cómo fue el día después de esta situación?
- Tuve que volver. Por suerte el clima estaba feo y mucha actividad de pileta no hubo. Yo y mi compañera somos muy exigentes. Vemos cualquier situación y estamos dispuestos a tirarnos al agua y sacar a la persona. Es tenso el tema, y también chocante. Hoy (por el sábado) estaba sentado acá y miraba la escalera. Ahí estaba el chico tirado, y no sabía si se iba a morir o no.
Entrevista realizada por Cristian Otegui, publicada en la edición del domingo 21 de febrero de 2016 del diario De Hoy de Chacabuco.
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