miércoles, 2 de diciembre de 2015

Foto: Desde hace 12 años vive con un corazón transplantado


El corazón tiene razones que la razón no entiende", escribió alguna vez Blaise Pascal.
Heraldo Ciancio está próximo a cumplir 80 años, pero su corazón solamente 30. Hace doce fue transplantado en el Hospital Argerich y hoy, después de mucho tiempo, puede decir que lleva una vida normal.



"Yo estaba preparado para morir", recuerda y cuenta que los médicos le diagnosticaron una fisura en el corazón y lo internaron en ese hospital de la Capital Federal un 16 de enero. No fumaba y no tenía problemas de presión. Tres meses estuvo en la lista de emergencia esperando a un donante compatible.
Ciancio sabe que la subsistencia de un transplantado no es sencilla. Después de la operación tuvo que aprender a caminar de nuevo. Vivió un año en un departamento en la Capital Federal, aislado para prevenir el contagio de virus y gérmenes que pudieran ingresar a su organismo, aprovechando que su sistema inmunológico estaba disminuido para evitar rechazos del órgano.
A lo largo del tiempo en el que estuvo internado, conoció a otros pacientes que fueron transplantados.
"Había como 20 o 30. Ya casi no queda ninguno, murieron casi todos", reconoce y resalta la importancia de cumplir con los controles médicos regularmente y comer sin sal.


Era en abril. En la vida de Ciancio el mes de abril tiene mucha influencia: nació un 22, se casó con Evelia Esther Mandrile un 23, y un 2 de ese mes fue operado.
"El corazón vino desde Corrientes pero quién es el donante no nos dijeron. No lo permiten; de otros órganos sí, pero del corazón no. Me dijeron que era de un chico de 18 años".
La esposa de Ciancio prácticamente se mudó al hospital con su esposo, desde que lo internaron hasta que le dieron el alta.
El día de la operación, el personal del hospital la mandó a Evelia a comprar 200 kilos de hielo y un paquete de pilas. Nunca supo para qué eran, pero tuvo que ir a una estación de servicio cercana, porque eran las cuatro de la madrugada.
Ciancio dijo que afrontó la situación con optimismo. "Yo estaba contento. Saludé a todos los doctores cuando me fueron a operar. Otros lloran".
Tenía 67 años; a Ciancio le contaron que en otros centros médicos la edad máxima establecida para permitir una operación de transplante es de 62 años. Lo intervinieron porque los análisis preoperatorios eran positivos.
La recuperación empezó al otro día. Ciancio había ingresado al hospital pesando 84 kilos y para cuando lo intervinieron, estaba en los 54. Los médicos hicieron que se levantara de la cama y ahí fue cuando Evelia comenzó a ayudarlo para que volviera a caminar.
"La dejaban pasar a ella, y me daba de comer", recuerda el vecino.
Volviendo a la recuperación, una vez que dejó el nosocomio, Ciancio debió someterse a un estricto sistema de inspección médica.
"Durante los primeros cuatro años tuvo que ir todos los meses a que lo controlaran", comenta Evelia. Al cabo de este tiempo, las visitas se fueron cada dos meses.
En la actualidad sólo tiene que ir a la Capital Federal tres veces al año. Justamente este domingo tiene pensado viajar.
Durante mucho tiempo, para prevenir contagios no pudo compartir el mate con otras personas, ni los cubiertos, ni la toalla. También debió salir a la calle con barbijo.
"Para mí ahora la vida es normal. Me cuidé un poco, pero después seguí normal. Ando con los animales en el campo, voy a trabajar. Mi vida siguió igual", dice.
El transplante le permitió a Ciancio festejar las bodas de oro con su mujer, entre otras pequeñas satisfacciones que aprendió a disfrutar.
"Yo estaba preparado para morir. Luego la vida siguió normal".

(Artículo elaborador por Cristian Otegui publicado en la edición del domingo 29 de noviembre de 2015 del diario "De Hoy" de Chacabuco)

Nota anterior: Fotos: Prevención del HIV-SIDA - Red Solidaria y #UnDíaParaDar

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