lunes, 15 de enero de 2018

Muralista dice que "el arte une"

Pintando paredes.

“El arte une”, sostiene Jorgelina Luján. Hace un año comenzó a pintar murales junto con otros artistas, a través de un grupo que se llama “Pasto Nuevo” . Empezó cerca de su casa pero con el paso del tiempo fue extendiendo el radio de acción.
Hoy en día se pueden ver algunas de las obras en cuya realización ha participado, en paredes ubicadas en Laprida y Sarmiento, Balcarce y Buenos Aires, avenida Alsina y Balcarce, y en el frente del Centro de Atención a la Infancia del barrio San Cayetano. Ahora, quiere que Chacabuco se transforme en la ciudad de los murales.


Cuando terminó la secundaria en el Instituto de Educación Católica, Jorgelina Luján quiso estudiar diseño industrial, y luego diseño gráfico. Sin embargo, la vida la llevó a recibirse de abogada, especializada en temas tributarios. Con el título bajo el brazo, se fue en el 2003 a Inglaterra, porque, según cuenta, hasta ese momento su sueño era trabajar en ese país. Hay que aclarar que Jorgelina Luján es profesora de inglés y habla este idioma con fluidez. De hecho, antes de cursar el último año de la secundaria, pasó un verano en tierras británicas.
En el 2014 volvió a Argentina. Antes del regreso, hizo un postgrado en escultura social. De alguna manera, esa fue una parte importante del viaje que la vecina comenzó a transitar.
Volviendo a la actualidad, los murales de Jorgelina Luján tiene la particularidad de que en su mayoría se basan en obras de otros artistas. Por ejemplo, las pinturas de Gustav Klimp, una imagen de la Virgen Niña o dibujos de los chicos del CAI, inspirados en la obra de Milo Lockett.
Antes de pasar al reportaje, se puede citar un fragmento de una poesía que escribió la propia Jorgelina Luján: “Mi arte yo lo quiero con olor a sándalo/ Como afuera en Plaza Francia/ con pasto y sonido a tuba de jazz/ Un arte que huela a pan relleno/ un arte en el que me pueda dormir y acostar/ un arte que me haga reír/ un arte de carne y hueso/ que se pueda romper en mil pedazos/ como todo lo que se anima a sentir/ No quiero un arte con teclas que ni me animo a tocar/ No quiero un arte caro, encerrado y blindado/ Quiero un arte vivo y quiero vivir con arte/ quiero pint-arte/ quiero toc-arte/ quiero bes-arte y mim-arte/ quiero jugar/ subir/ bajar/ y volar a-Marte”.

-¿Qué es lo que la llevó a lanzarse a pintar murales?
-Creo que tiene que ver con un grado de madurez, con la confianza en uno mismo. Ayudó que yo ya había logrado otros objetivos. Me di cuenta de que en el hecho de lograr los objetivos puede estar el éxito pero no la felicidad. Cómo abogada impositiva en Inglaterra yo logré el éxito, y sentada ahí me di cuenta de que eso no hace la felicidad. Ahí inicié otra búsqueda que yo sabía que era artística, porque la felicidad está en el hemisferio derecho del cerebro. No sabía por dónde buscar, pero me permití explorar con preguntas que con el tiempo fueron encontrando respuestas. La mejor respuesta que obtuve hasta ahora fueron los murales. No es solamente el resultado, el mural, es toda la trayectoria que se recorre, desde que tocamos timbre hasta estar hablando de los murales. La sensación que queda es duradera y se multiplica.

-¿Qué es el mural para usted?
-Es como un regalo. Cuando uno hace un regalo, también se regala algo. Hay que ir, pensar en la persona que lo va a recibir, lo que le gusta, lo que disfruta, lo que lo desafía. En la escultura social, el artista se desprende de los resultados. Como artista tengo una intención, un objetivo, pero cuando firmo el mural como Pasto Nuevo, lo dejo ir. Pero el efecto del mural no comienza cuando firmo. Se inicia cuando toco timbre en una casa para saber si puedo pintar el mural. Está el vínculo con los dueños de la pared, con los vecinos que me dejan pasar al baño o me prestan un cable o electricidad, con el pasa y charla, con el que saca una foto. Si yo fuera una planta, lo que me pasa es como una buena lluvia seguida de un buen día de sol. Algo que alimenta. Se duplican mis ganas al saber que esto no me hace sólo feliz a mi, sino que puede hacer felices a otros. La intención última de estos regalos que son los murales es inyectar un poco de bien donde yo creo que hay un poco de mal. El artista es el órgano sintiente de la sociedad.

-¿Por qué sigue visitando los murales?
-Son como mis hijitos. Es un regalo que dejo ir pero que no dejo de cuidar. Yo me encargo de mantener los murales, como se riega una planta.

-¿Por qué se basa en obras de otros artistas?
-A veces son interpretaciones. Mi búsqueda es secundaria. Creo que se busca, haciendo. Yo empiezo por lo que conozco. Proyecto imágenes de otras obras. Hacer, ayuda a encontrar. En mi casa, cuando pierdo algo y lo busco, mi hijo me pregunta ¿Qué estás encontrando? No lo corrijo porque me encanta la idea de no esperar a que llegue una respuesta sino andar con preguntas. Hacer murales sobre imágenes que no son propias, puede significar que yo pinto con mis propias preguntas. Pero eso es secundario. Lo que importa no son mis preguntas sino lo que puedo dar. Hacer regalos me hace feliz.

-¿Cuál es su sueño?
-Yo sueño con que Chacabuco sea la ciudad de los murales.

-¿Y usted pintaría todos los murales?
-Podría haber un proyecto para pintar, por ejemplo, 1.000 murales. Entonces, 10 artistas podrían pintar 100 murales por año. En un determinado tiempo se pinta todo Chacabuco. Se podría convocar a todos los muralistas. Por ahora, yo empiezo con lo que tengo. O sea, mis ganas y mi pintura. Es un comienzo y no un final.

-¿Cómo concibe el arte?
-Se pueden agrupar las cosas por diferencias o similitudes. El arte agrupa cuando habla de belleza. Me gusta esa gente que puede ver belleza más allá de las diferencias. Ese es otro de los efectos de mí arte. Además de bien, inyectar unión. La belleza une. Si hablás con alguien de política o deporte, terminás peleando. Más allá de la política exterior de Inglaterra, a todos nos gustan los Beatles. Y a los ingleses les encanta el tango, Borges, y Cortázar. El arte une.

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